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La música que acompaña a «Jack T.R.»… las canciones que inspiraron la historia, algunas de ellas inspiradas en el mismo personaje…
¡Disfrutad de ellas!
24 domingo Ago 2014
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La música que acompaña a «Jack T.R.»… las canciones que inspiraron la historia, algunas de ellas inspiradas en el mismo personaje…
¡Disfrutad de ellas!
22 viernes Ago 2014
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Pues como iba amenazando, tengo preparados unos diminutos cortos y fichas para ir presentándoos a los personajes de «Jack T.R.».
Hoy vamos a empezar con Aidan. ¡Que lo disfrutéis!
Aidan Kelly
El hecho de que la única respuesta que recibió a su advertencia fue una risotada y un portazo, no auguraba nada bueno.
Aidan suspiró, sabiendo que Julian le desordenaría la tienda entera solo por fastidiarle y en un tiempo record, le dijera lo que le dijera.
Gajes de vivir con alguien cuya edad mental estaba estancada en los doce años.
Haciendo caso omiso a su instinto, que le pedía regresar y dejarle claro al otro que no debía destrozar su tienda, colocó el cartel de cerrado, cerró con llave y puso rumbo al Parque Avalon, donde todos los miércoles colocaban un pequeño mercadillo de artículos de segunda mano. A Aidan le gustaba pasear y revisar los puestos, siempre buscando algún objeto “especial”, como le enseñó su abuelo. Ya había conseguido varios de esa manera, los cuales estaban a buen recaudo y lejos de manos inexpertas.
La señora Johnson era su vecina de arriba. El lugar donde vivía y tenía la librería, era un edificio de tres plantas y un bajo con locales. Con dos apartamentos por planta, era en un lugar tranquilo y sin problemas… a menos que tuvieras a la señora Johnson por vecina, claro.
El apartamento de Aidan se encontraba sobre su librería, en el primer piso. Perteneció a su abuelo, aunque no solía usarlo. Lo puso a su nombre cuando el chico se mudó a Chicago, para que tuviera un lugar propio donde vivir y un poco de intimidad cuando creciera.
En la segunda planta del edificio, y sobre su casa, vivía la anteriormente mencionada señora desde hacía cuarenta años.
En el tercero no había nadie en ese momento, ya que su verdadero dueño lo tenía en alquiler y acababa de quedarse sin inquilino.
Normalmente, Aidan trataba por todos los medios de mantenerse lejos del alcance de la buena señora. No era mala persona, pero tampoco era tan “respetable” como aparentaba.
Ya cometió el error de dejar que lo tocara en una ocasión y aun seguía arrepintiéndose de ello. Había ciertas cosas que era mejor no saber.
Aidan dejó de rebuscar en su bolsa y dirigió su mirada gris a la anciana mujer.
El problema de dejar a Julian solo en la tienda o en su casa era que se aburría. Mucho. Y si se aburría, solía poner el televisor o la radio sin pensar en que el volumen podría molestar a los vecinos.
Claro, como él no tenía que tratar con ellos…
Aidan forzó una sonrisa y se obligó a no mirar a la derecha de la señora cuando esta mencionó a su marido. El señor Johnson murió de un infarto unos años atrás. Lo recordaba vagamente como un tipo gordo y medio calvo que olía a whisky barato y gritaba mucho, especialmente a su mujer.
Era curioso, pero jamás le pareció del tipo de los que supieran arreglar nada.
No pudo evitar estremecerse cuando, al pasar por su lado, la señora le dio un amistoso golpecito en el brazo. Por suerte ella llevaba guantes y él tenía su abrigo o las cosas se hubieran puesto feas.
Una vez, hacía un año o así, consiguió pillarle desprevenido y le tocó la mano. Aidan averiguó que el señor Johnson no murió de un infarto, como su viuda contaba a todo el mundo. También que ella sabía bastante sobre venenos, cosa de lo que su difunto esposo no tenía idea en vida y que Aidan no pensaba olvidar jamás.
Por si acaso.
El hecho de que el fantasma del señor Johnson la acompañara a todas partes, intentando inútilmente de torturarla… eso era otra historia. Le daba pena y le hubiera gustado decirle que no iba a conseguir su objetivo porque ella no podía verle ni oírle por mucho que se esforzara. Pero descubrirse frente a un fantasma de esa manera solo conseguiría atraer atención indeseada sobre su persona.
No necesitaba una legión de fantasmas pidiendo su ayuda las 24 horas del día.
Ya tenía suficiente rareza en su vida, muchas gracias.
Siguió su camino hacia el parque, parando primero en uno de los puestos callejeros para comprarse un bollo de canela y un café caliente.
El invierno había teñido de blanco la ciudad entera, convirtiendo el parque Avalon en una imagen de cuento. Este era uno de los puntos con más energía acumulada de la ciudad que atraía todo lo “no normal”.
La mayoría de los puestecillos ya estaban colocados y abiertos para cuando llegó. Paseó entre ellos, esquivando a la gente y dejando que las sensaciones de los objetos expuestos le llegaran.
Con algunos objetos le ocurría como con las personas. Podía sentir y ver cosas relacionadas con ellos si los tocaba y oírlos si se concentraba lo suficiente. Si tuvieron gran valor para alguien, solían quedarse impregnados con la energía de esa persona y eso los convertía en algo preciado y valioso que no debía ser encontrado por la gente equivocada.
Se concentró y escuchó los susurros de los libros, el rumor cantarín de las joyas y el tintineo de las vidrieras…
Nada raro… nada lo suficientemente fuerte como para…
Muerte…
Va a escapar…
Hay que detenerlo…
¡Detenlo!
Aidan se congeló a medio paso, mirando a su alrededor para buscar la fuente de ese sonido. Lo había escuchado tan claro como si hubiera hablado una persona real. Normalmente, él podía oír sonidos no palabras. Debía ser algo muy poderoso para eso.
No tardó en encontrarlo. En un puesto en el que solo había trastos sin valor sobre una manta, pudo verlo. Era una pequeña libreta, del tamaño de media cuartilla, forrada de cuero marrón oscuro, vieja y gastada. Tenía manchas redondas en su cubierta, como si hubieran apoyado innumerables vasos llenos de whisky o vino sobre ella y una de sus esquinas superiores estaba algo chamuscada.
Pero el poder que desprendía era impresionante. ¿Cómo había llegado algo así ahí?
De regreso a casa y con la libreta bien envuelta en plástico y guardada a salvo en su bolsillo, pensó que debería cerrar temprano o posponer el misterio para después de cenar.
Algo le decía que esa lectura iba a dejarle para el arrastre…
¡Descarga la versión PDF de este corto AQUÍ!
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inLas noches de Chicago se están llenando de gritos y sangre.
El detective Charles Andrews tiene asumido que su vida está ligada para siempre a sueños premonitorios desagradables y noches de insomnio pero jamás imaginó que su don le llevaría tras el rastro del asesino más despiadado de la historia.
Aidan no solo tiene una librería. También un legado y una maldición. Un poder que odia y una obligación con la comunidad sobrenatural que se oculta en su ciudad. Y son esas mismas cosas las que van a meterle de cabeza en la situación más peligrosa que jamás haya vivido.
En 1888 Jack el Destripador no desapareció. Tampoco murió ni huyó como se rumoreaba. Solo fue devuelto al Infierno del que provenía y ahora ha vuelto, dispuesto a seguir su obra donde lo dejó.
El destino une a Aidan y Charles para detener la sangrienta obra de Jack antes de que este siga tiñendo de rojo las calles de Chicago.
¡Únete a ellos y averigua como acaba su aventura!
El 31 de octubre…
*Gracias a Rosa por su ayuda con la sinopsis*